Sostenida
apenas
por mi afán de nombrarme
me construyo
débilmente
con esta arquitectura imprescindible
de palabras archiconocidas.
Encaramada al milagro de un poema
atisbo apenas
por el ojo de su esquiva cerradura
nadie mordió mi carne con tanta saña
como su inasible voluntad.
apenas
por mi afán de nombrarme
me construyo
débilmente
con esta arquitectura imprescindible
de palabras archiconocidas.
Encaramada al milagro de un poema
atisbo apenas
por el ojo de su esquiva cerradura
nadie mordió mi carne con tanta saña
como su inasible voluntad.
3 comentarios:
bonito poema, intimo y triste... pero bonito.
Urrus.
no sé si es íntimo; tiene la tristeza de todos los poetas (o de los poetas con conciencia literaria), es decir, nunca voy a lograr decir exactamente lo que quiero decir; no podré atravesar la vida con mi poema; no podré asir la realidad; no podré transmitir toda mi posesión espiritual a través de ellos, no podré transformar el mundo, ayudar a los pobres...en fin...qué frustración ¿no?
Un abrazo, amigo. Y gracias por el comentario.
... un poema nunca cambió al mundo, pero suele modificar regiones enteras dentro de los que lo leen o bien lo escriben.
Queda igual intentarlo siempre. Sino, ahí están los molinos del Quijote para recordárnoslo.
P.D. gracias por tu comentario...
Urrus.
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