CADÁVERES OCASIONALES


DESTELLOS

I
 
Herida de letra,
la muerte
encuentra en el poema su propio cementerio.

II

Mi lengua es un tatuaje,
que obtuve por herencia,
tajo
profundo
en la memoria.

Mi lengua
            aborigen
tuvo una voz esclava,
tiene una sabia voz asalariada,
mas
no ciñe
ni afloja
                        sólo resiste como firme suncho de yuca.

Mi canto tatuado
            es noche,
alma
                             y alma en la noche.



III

Apenas respiro entre  vestigios
de crisálida trunca.

Una asfixia prematura hace latir mi rostro.

Nunca me hicieron caso las palabras:
escupo murmullos incoherentes
y me despojo de mi último vestido
para no ver la lumbre
que envuelve mi boca seca.

No creo que haya otra oportunidad
para la mariposa.

IV

¿Puedes apartarme de esta sed,
de la aridez de la palabra esquiva?

¿Puedes salvarme de la ineficacia del poema?

Ayúdame tan siquiera a no escribir
sin que me acuse
la blanca página asesina
que como daga me atraviesa:
no puedo tolerar
su irónico gesto
ante el desafío que representa
la perpetua búsqueda.
V

Meteré una piedra en mi boca
¡fría!
que me rompa
y me arroje bajo un alud de ecos mutilados.

Nadie me despojará de esa tragedia
como no querrían los dignos suicidarse en el templo
para escanciar su sangre ante dioses impuros.

La palabra no dicha
rompe. .
 
VI

Ensamblar el alma a la palabra
hacer añicos la fe
transmutarla en idea
es el poder de la vasta escala humana.

Cuando el enigma ronda la mente
se enreda el margen entre la esencia y la grafía
anudan huellas en el renglón absorto
dejando retazos  tenues de pensamiento
volcados
como una llaga
            de tinta
                        en un cuaderno.


VII

Tu sangre se escurre en el misterio,
acunas incienso
            mirra
            y cicuta
-pobre santa palabra-

Miel y sangre derramada sobre los hombres,
bendecida espada
y plaga,
fulguras cada tanto.

Sin paz
reposas sobre el lomo de los humanos
como ave
presta a saltar sobre los ojos de los soberbios. 

La ubicuidad de la ignorancia
permite desenmascarar todas tus flaquezas.

Tu genuina sombra
inscribe en el planeta
la hora de la historia.


VIII

Pregunta:
temblor de la palabra ,
suspiro
de niño cuando duerme
vibración animal
mansedumbre de anciano.

Pregunta:
sabor profundo
del misterio,
candorosa sabiduría de la muerte.

Pides mucho,
te quedas sola
y siempre
eres tu miedo
tu coraza
pie y huella
luminosa huella
de la vida.


IX

No temas, palabra: te acunaré esta noche
al son de una nana de sonidos muelles.

No creas en esos truenos:
son apenas oscuridades de fusiles;
ni en esos pasos: 
nada más son hombres y mujeres perseguidos.

Acurrúcate aquí, en este rincón de mueca,
hasta que crezcas
y puedas ver de cerca lo que pasa.
Aspira el viento preso entre luz de luna y hojas tristes.
¡Estás a salvo!
hay bajo los escombros un hueso que te espera
un pabellón ondeante
una victoria prometida
y me tienes
me tienes
para que mañana
cuando recorran los senderos para ver qué ha quedado después de la tragedia
encuentren tu símbolo perfecto
tu belleza inolvidable
tu profética esencia hecha de mundo
            del hombre
                        para el hombre.


X 


No dejo de sentirle el gusto a la palabra
y tiene gusto a espina,
a gotas de rocío entre las hojas,
a yuyo atravesando tierra,
a rojo de ceibo que me canta
-lascivamente tierno, tiernamente lascivo-
a la orilla del río bostezante.

No dejo
no dejo de pensar que cada letra
entra y sale de mi boca intrusamente,
que ondea y es bandera cuando me pone frente a ella
y es cobija de sangre cuando se me incrusta dentro.

No
no es posible dejar que me traslade
como si fuera yo la que convoca...
¿por qué permito el paso desmembrado
del silencio al azote de su fe que me quiebra
y me sube a ese árbol de la infancia
donde yo era tan sólo
la semilla creciendo
la mañanita fresca
el vecino en la puerta y la fragancia de la leche recién ordeñada?

No dejo,
no dejo de sentir que las palabras
tienen risa tenue y azul con encendidas crestas
que si la oyes, marea,
que si no,  te pierdes todo lo mejor de la tierra
porque su presencia, francamente,
es un portal
que no sé si recorro
o me recorre.

Susana Lizzi- 
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