jueves, 8 de enero de 2009

MASACRE

En esta pira los hombres han creado un código de muerte.
Sepulcros ambulantes, esos rostros de andar de extremo a extremo
sin que los tanques respeten ni hombre ni aldea.
Qué infancia estremecida les calienta la sangre
por el solo motivo de haber nacido en Jaffa
¿Tan terrible pecado los hace tan terribles
que hay que conjurarlos con bombas, con pájaros dragones?
Con candados de fuego cierran la vida.
Humanos, somos las ojeras de dioses sin nombre pronunciable.
Ya no tendremos tiempo de cosechar más flores
ni de escribir poesía, ni de hablar de un mañana:
los profanadores de vidas están sembrando tumbas con nombre y apellido.
La muerte tiene un vuelo rasante sobre los ojos rotos,
no avisa. Tiene un modo cruento de posarse en los techos desvalidos.
¿Es que no podemos aprender la paz? ¿No está escrito que no se multiplicará el odio ni el dolor ni la guerra? No hay un tratado de confianza, un estado de hermandad?
Si lo hubiera tal vez lo olvidaríamos. Somos absurdos,
a veces, estamos en medio de un mar de soledad y nadie nos recoge.
Esta es la isla del odio que lacera los cuerpos.
Pero el ser no está ni remotamente cerca de volcarse.
Parir un nuevo mundo no es obra de dos días, pero puede lograrse.
Perdonar y amar
eso parece imposible.

Susana Lizzi
9 de enero de 2008

1 comentario:

Avesdelcielo dijo...

Una reflexión real e histórica, sin olvidar el lenguaje poético y el roció esperanzador que las palabras logren unirnos. Felicitaciones, Susana.
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